Como anunciaba en la anterior entrada, la batalla del mes de marzo corresponderá a Antigüedad. Dejaremos en reposo los mosquetes un tiempo para dar paso a los cortantes filos de los gladii y a las aceradas puntas de las picas, mientras los barritos de los elefantes suenan cercanos y los arqueros cretenses rellenan sus carcajs con su mortífera carga. En esta ocasión, visitaremos un período muy interesante, a mi modo de ver, ya que es un preludio de lo que luego serán las llamadas Guerras Púnicas. Por primera vez, un ejército romano se enfrenta a un organizado ejército helenístico, como es el de Pirro del Épiro. El romano cruzará por vez primera sus espadas cortas y sus pila con las largas picas de la falange de corte macedónico, a la vez que conocerá por vez primera el terrorífico impacto de los elefantes de guerra.
Pero, ¿cómo se produce la guerra con Pirro?.
Nos encontramos a finales del siglo III a.C., en un momento en el que Roma comienza a tener bajo control a las diferentes étnias centroitálicas, tras tres duras guerras contra los pueblos samnitas que habían mantenido a la incipiente potencia mediterránea ocupada desde mediados del siglo IV a.C. La península itálica, a grosso modo, se configura así en varias áreas de influencia bien diferenciadas:
Por un lado, el Lacio y la mayor parte del territorio central de Italia, controlado por Roma; por otro lado, las tribus de itálicos que aún permanecen fuera del control romano, como los lucanos del sur, o los galos del norte de los Alpes, pueblos no itálicos, celtas muy belicosos que vienen siendo la pesadilla de los romanos desde el s. IV a.C (recordemos el saqueo de la ciudad por Brenno en el 390 a.C.).
Junto a éstos, encontramos en el sur de la bota y en Sicilia a las ciudades estado italiotas como Tarento o Thuros, griegos asentados en territorio itálico que también pugnan por sus porciones de influencia entre sus vecinos. A este cóctel hemos de añadir la presencia cartaginesa en la mitad oeste de Sicilia, ejerciendo igualmente su control sobre amplias zonas comerciales. Con todo ello tenemos un mosáico de culturas que chocan entre si y del cual parece que sólo puede desembocar en un conflicto, máxime cuando Roma continúa con su afan expansionista tras acabar con la resistencia samnita.
El foco del conflicto tiene lugar pues en el sur de Italia, en lo que se conoce como Magna Grecia. Entre las ciudades griegas, mucho más evolucionadas que el resto de Italia, ninguna ha conseguido aglutinar a las demás y hacer un estado fuerte entre la Magna Grecia y Sicilia, con lo cual resulta muy difícil contener a los vecinos pueblos itálicos (lucanos, brutios mesapios o samnitas) o a los cartagineses de Sicilia. Por ello, algunas ciudades griegas vieron a Roma como un posible aliado para frenar a estos pueblos que les amenazaban. Éste resultó el caso de Thurios, cuyos habitantes acudieron a Roma solicitando ayuda contra los lucanos. Los romanos enviaron una guarnición a la ciudad en el 282 a.C. así como una flotilla por mar en su auxilio.
Esta acción sería el detonante para que Tarento, una ciudad que pugnaba por ser la potencia de la zona, se sintiera ofendida y molesta, máxime cuando los barcos romanos aparecieron por sus aguas. En el 303 a.C. Roma había firmado un tratado con esta ciudad por el cual se comprometía a no navegar más allá del cabo Licino, a la entrada del mar Jonio, y ésto era una verdadera provocación, así como una ruptura del tratado. Parece que los romanos no tomaban demasiado en serio sus tratados, ya que una situación parecida la encontraremos como detonante de la Segunda Guerra Púnica (¡Vaya unos tocapelotas!).
La flota fue hundida y la guarnición obligada a abandonar la ciudad. Roma era así atacada y tenía un buen motivo para meter sus ejércitos en la Magna Grecia...
Alrededor de Tarento se reunieron los grupos enemigos de Roma, como lucanos, samnitas, etc... Sin embargo hubo un elemento nuevo. Tarento solicitó la ayuda de Pirro, rey del Épiro, en su lucha contra Roma y éste aceptó prestar su ayuda, pensando en emular la hazaña de Alejandro pero en occidente. Así en el 280 a.C. Pirro desembarcaba en Tarento con todo un potente ejército helenístico, en el que figuraban las falanges, los mercenarios griegos, arqueros cretenses, peltastas y un arma hasta ahora desconocida para los romanos: los elefantes.
El primer encuentro entre los dos ejércitos tuvo lugar en Heraclea, ese mismo año y se saldó con una victoria de los epirotas, aunque por un margen escaso y a costa de las bajas de muchos de sus oficiales. Un siguiente encuentro en Ausculum (279 a.C) también se decantó por los griegos, pero no constituyó una derrota decisiva. Pirro, viendo que no fructificaba su aventura italiana, solicitó un tratado por el que abandonaba Italia y pasaba a Sicilia, en un vano intento de tomar un imperio por otro lado... Resultó un chasco y volvió de nuevo a Italia, donde ésta vez el triunfo se decantó por los romanos en la batalla de Beneventum. Viendo sus esperanzas truncadas, volvió a Épiro amargado y desilusionado, dejando a Tarento en manos de los romanos, quienes finalmente la tomaron en el 272 a.C. La Magna Grecia comenzaba a estar bajo la bota romana...
En este contexto nos moveremos para la próxima batalla. Los equipos están ya sorteados. Por el lado romano tendremos a Manuel, Juan, Manolo, Jose y Vicente y por parte de los epirotas estarán Javi, Frank, José Luis y José Antonio. Estoy acabando de preparar las reglas de escenario y pronto transmitiré a mis compañeros la disposición de tropas y reglas específicas. Estoy acabando de pintar una legión de romanos que me faltaba y espero esta semana que viene pasarme por el club y montar el escenario conforme toca.
Espero que la época os guste y podamos recrear alguna batalla más, ya que es un período que tiene muchísimas batallas, con gran colorido y gran variedad de tropas. Pronto pondré fotos de las miniaturas que entrarán en juego.
Un saludo a todos.
Pero, ¿cómo se produce la guerra con Pirro?.
Nos encontramos a finales del siglo III a.C., en un momento en el que Roma comienza a tener bajo control a las diferentes étnias centroitálicas, tras tres duras guerras contra los pueblos samnitas que habían mantenido a la incipiente potencia mediterránea ocupada desde mediados del siglo IV a.C. La península itálica, a grosso modo, se configura así en varias áreas de influencia bien diferenciadas:
Por un lado, el Lacio y la mayor parte del territorio central de Italia, controlado por Roma; por otro lado, las tribus de itálicos que aún permanecen fuera del control romano, como los lucanos del sur, o los galos del norte de los Alpes, pueblos no itálicos, celtas muy belicosos que vienen siendo la pesadilla de los romanos desde el s. IV a.C (recordemos el saqueo de la ciudad por Brenno en el 390 a.C.).
Junto a éstos, encontramos en el sur de la bota y en Sicilia a las ciudades estado italiotas como Tarento o Thuros, griegos asentados en territorio itálico que también pugnan por sus porciones de influencia entre sus vecinos. A este cóctel hemos de añadir la presencia cartaginesa en la mitad oeste de Sicilia, ejerciendo igualmente su control sobre amplias zonas comerciales. Con todo ello tenemos un mosáico de culturas que chocan entre si y del cual parece que sólo puede desembocar en un conflicto, máxime cuando Roma continúa con su afan expansionista tras acabar con la resistencia samnita.
El foco del conflicto tiene lugar pues en el sur de Italia, en lo que se conoce como Magna Grecia. Entre las ciudades griegas, mucho más evolucionadas que el resto de Italia, ninguna ha conseguido aglutinar a las demás y hacer un estado fuerte entre la Magna Grecia y Sicilia, con lo cual resulta muy difícil contener a los vecinos pueblos itálicos (lucanos, brutios mesapios o samnitas) o a los cartagineses de Sicilia. Por ello, algunas ciudades griegas vieron a Roma como un posible aliado para frenar a estos pueblos que les amenazaban. Éste resultó el caso de Thurios, cuyos habitantes acudieron a Roma solicitando ayuda contra los lucanos. Los romanos enviaron una guarnición a la ciudad en el 282 a.C. así como una flotilla por mar en su auxilio.
Esta acción sería el detonante para que Tarento, una ciudad que pugnaba por ser la potencia de la zona, se sintiera ofendida y molesta, máxime cuando los barcos romanos aparecieron por sus aguas. En el 303 a.C. Roma había firmado un tratado con esta ciudad por el cual se comprometía a no navegar más allá del cabo Licino, a la entrada del mar Jonio, y ésto era una verdadera provocación, así como una ruptura del tratado. Parece que los romanos no tomaban demasiado en serio sus tratados, ya que una situación parecida la encontraremos como detonante de la Segunda Guerra Púnica (¡Vaya unos tocapelotas!).
La flota fue hundida y la guarnición obligada a abandonar la ciudad. Roma era así atacada y tenía un buen motivo para meter sus ejércitos en la Magna Grecia...
Alrededor de Tarento se reunieron los grupos enemigos de Roma, como lucanos, samnitas, etc... Sin embargo hubo un elemento nuevo. Tarento solicitó la ayuda de Pirro, rey del Épiro, en su lucha contra Roma y éste aceptó prestar su ayuda, pensando en emular la hazaña de Alejandro pero en occidente. Así en el 280 a.C. Pirro desembarcaba en Tarento con todo un potente ejército helenístico, en el que figuraban las falanges, los mercenarios griegos, arqueros cretenses, peltastas y un arma hasta ahora desconocida para los romanos: los elefantes.
El primer encuentro entre los dos ejércitos tuvo lugar en Heraclea, ese mismo año y se saldó con una victoria de los epirotas, aunque por un margen escaso y a costa de las bajas de muchos de sus oficiales. Un siguiente encuentro en Ausculum (279 a.C) también se decantó por los griegos, pero no constituyó una derrota decisiva. Pirro, viendo que no fructificaba su aventura italiana, solicitó un tratado por el que abandonaba Italia y pasaba a Sicilia, en un vano intento de tomar un imperio por otro lado... Resultó un chasco y volvió de nuevo a Italia, donde ésta vez el triunfo se decantó por los romanos en la batalla de Beneventum. Viendo sus esperanzas truncadas, volvió a Épiro amargado y desilusionado, dejando a Tarento en manos de los romanos, quienes finalmente la tomaron en el 272 a.C. La Magna Grecia comenzaba a estar bajo la bota romana...
En este contexto nos moveremos para la próxima batalla. Los equipos están ya sorteados. Por el lado romano tendremos a Manuel, Juan, Manolo, Jose y Vicente y por parte de los epirotas estarán Javi, Frank, José Luis y José Antonio. Estoy acabando de preparar las reglas de escenario y pronto transmitiré a mis compañeros la disposición de tropas y reglas específicas. Estoy acabando de pintar una legión de romanos que me faltaba y espero esta semana que viene pasarme por el club y montar el escenario conforme toca.
Espero que la época os guste y podamos recrear alguna batalla más, ya que es un período que tiene muchísimas batallas, con gran colorido y gran variedad de tropas. Pronto pondré fotos de las miniaturas que entrarán en juego.
Un saludo a todos.
Comentarios
Un saludo
Megacles aka Krusty
Megacles
Bueno ahora en serio, como estamos viendo en nuestro club igual jugamos a tercios, napoleonicos,crimea como ahora antiguedad, creo y no quiero pecar de vanidoso que pocos clubs(que no sean de alterne)pueden jugar a tantas epocas y sobre todo con la cantidad con las que nosotros jugamos asi que animo y haber si alguien se apunta al club
La composición de cada equipo ha sido completamente aleatoria. He dejado que el hado decidiera la suerte. De hecho, no he indicado ningún comandante en jefe ni nada por el estilo, dejando la organización a los componentes de cada bando. Los nombres de los integrantes del club se escribieron en un papel y se dispusieron en un cubilete, de donde fui extrayendo uno a uno y fui añadiendo el nombre a cada bando. Ha sido, como decían los romanos, el fatum o el destino el que ha puesto a cada uno en su lugar. Una vez que os pase la disposición de cada ejército, vosotros otorgareis el mando de cada "sección" a quien creais oportuno. Por supuesto, cada ejercito tiene sus ventajas y desventajas, pero eso lo sabreis más adelante.
Megacles
MANOLO