Como comentábamos en la anterior entrada, la inauguración de nuestra nueva sede tenía que celebrarse como correspondía, con una buena batalla, y en este caso, se escogió Marengo, la batalla en la que Napoleón fue sorprendido y a punto estuvo de perder el bicornio por el camino.
En fin, el pasado sábado 25 de octubre nos juntamos casi todos (con la lamentable ausencia de nuestro compañero José luis) para dar comienzo a una nueva etapa de nuestro club. El local cumple por el momento todas nuestras necesidades y, pese a que aún le falta una manita de pintura, es idóneo para celebrar nuestras recreaciones. El esfuerzo de todos ha hecho posible que comencemos esta nueva etapa con mucha ilusión y amplias espectativas por parte de todos.
Con todo ello, y en el mejor de los ambientes, comenzamos con la primera batalla celebrada en nuestra nueva sede: Marengo.
En esta ocasión, me tocó en suerte llevar a los austríacos, cosa que por otra parte anhelaba ya que, aunque perdieron esta batalla, es un ejército que me gusta bastante y me he pegado el currazo de pintar contrarreloj todas las miniaturas que he podido, como habreis visto si sois habituales de este blog. Para más inri, llevaba al comandante en jefe, Melas. ¡Vaya responsabilidad!. Bueno, me dije, ¡a ello!. Y dió comienzo la batalla...
Nuestro plan era sencillo y no muy alejado del real. Manolo entraría en vanguardia con la división de Reilly, con las tropas ligeras y la caballería, controlando en la medida de lo posible los sembrados y granjas más próximos y con el principal objetivo de hostigar a los franceses que se encontrasen en las inmediaciones. En principio, era una división de la que esperábamos que pronto se viese en aprietos...
En fin, el pasado sábado 25 de octubre nos juntamos casi todos (con la lamentable ausencia de nuestro compañero José luis) para dar comienzo a una nueva etapa de nuestro club. El local cumple por el momento todas nuestras necesidades y, pese a que aún le falta una manita de pintura, es idóneo para celebrar nuestras recreaciones. El esfuerzo de todos ha hecho posible que comencemos esta nueva etapa con mucha ilusión y amplias espectativas por parte de todos.
Con todo ello, y en el mejor de los ambientes, comenzamos con la primera batalla celebrada en nuestra nueva sede: Marengo.
En esta ocasión, me tocó en suerte llevar a los austríacos, cosa que por otra parte anhelaba ya que, aunque perdieron esta batalla, es un ejército que me gusta bastante y me he pegado el currazo de pintar contrarreloj todas las miniaturas que he podido, como habreis visto si sois habituales de este blog. Para más inri, llevaba al comandante en jefe, Melas. ¡Vaya responsabilidad!. Bueno, me dije, ¡a ello!. Y dió comienzo la batalla...
Nuestro plan era sencillo y no muy alejado del real. Manolo entraría en vanguardia con la división de Reilly, con las tropas ligeras y la caballería, controlando en la medida de lo posible los sembrados y granjas más próximos y con el principal objetivo de hostigar a los franceses que se encontrasen en las inmediaciones. En principio, era una división de la que esperábamos que pronto se viese en aprietos...
Seguidamente, se encargó de cruzar, sin demasiados problemas la verdad, la división de Zack, dirigida en esta ocasión por Javi, que se encargó de apoyar el avance de Manolo y de tomar posiciones cerca del vado más a nuestra derecha. La idea era consolidar nuestra derecha y asegurar el flanco derecho, de donde esperábamos contraataques intensos. Esta división estaba compuesta por Húngaros (unos tíos bragados de verdad, además de ser los que pinté yo ultimamente), infantería ligera y caballería (húsares y dragones).
Una vez en el otro lado del Bormida la división de Zack, comencé yo a cruzar la mia, a cargo de Melas, el comandante en jefe, con cuatro regimientos de infantería de línea, tres de granaderos alemanes además de un considerable número de baterías, aunque de calibre reducido. Mi caballería pronto sufrió las imposiciones del árbitro, quien me obligó a desplazar estas unidades montadas a buscar un hipotético contingente francés que venía por nuestra derecha. En la realidad fué así. La caballería de Melas se desplazó del campo de batalla para atajar un posible ataque de flanco francés que nunca se produjo. ¿Error de los exploradores? ¿Un bulo o maniobra de espías?. Vaya usted a saber. Lo cierto es que de golpe y porrazo me desapareció toda mi caballería sin dejar rastro. En fin, qué le vamos a hacer. Avanzaremos sólo con la infantería, pensé. Si el árbitro lo decide así, por algo será, ¡vaya!.
Mi objetivo iba a ser principalmente controlar el centro en la medida de lo posible, en función de la resistencia que encontrara. Las tropas con las que contaba para ello eran más que suficientes en mi opinión: una primera linea de choque de infantería de línea de moral C (media), para provocar bajas y ablandar de algún modo a lo que suponía que me encontraría delante; junto a ella, baterías ligeras, que avanzarían junto a esta para ir disparando en cuanto estuviesen a rango favorable. Por último, contaba con los granaderos, tipos duros (moral B) con los que pretendía rematar el trabajo de los infantes. ¡Qué sorpresa me llevaría después!.
En fin, con este planteamiento crucé el Bormida sin ningún tipo de problema, avanzando tranquilamente por la carretera hacia Marengo sin resistencia alguna por parte de los franceses.
Por último, comenzó a avanzar Vicente con la división de Ott, una unidad mixta de infantería y caballería, con el objetivo de cubrir el flanco izquierdo y tratar de avanzar lo más posible por este lado, para presionar luego después si fuese necesario hacia el centro. Tampoco encontró gran resistencia a su avance, la verdad.
Nuestro principal problema iba a ser el evitar el embotellamiento tras el cruce del río. ¡¡Mucha tropa para tan poco espacio disponible!!. Sin embargo, nos sorprendimos un tanto al ver que las unidades francesas, lejos de realizar ataques de contención, abandonaban sus posiciones, dejándonos prácticamente campo libre para el avance. La verdad es que esperaba encontrar más ataques destinados a frenarnos antes del puente frente a Marengo. Quizá eso nos hubiera desorganizado un poco, lo suficiente como para obligarnos a frenar y dar tiempo a las tropas de Dessaix. Ante nuestro ojos, la resistencia de la división de Victor, comandada por mi amigo Jose, se esfumaba.
Ello nos permitió dos cosas a mi modo de ver. Primera, permitió la toma de Marengo apenas sin pérdidas, lo cual ya nos otorgaba un tanto de victoria. Y segunda, nos dió tiempo perfectamente a cruzar el Fontenone por otros lugares sin excesiva pérdida de tiempo y tras ello, organizarnos en líneas de defensa. Concretamente en mi caso, establecí una perfecta línea en torno a un pueblo a la izquierda de Marengo, donde posicioné uno de los regimientos de granaderos y una batería, sobre la carretera y con Marengo a mi derecha, ocupado por las tropas de Manolo. Allí pretendíamos afrontar la segunda parte de la batalla, que hasta el momento nos había salido bordada, y que consistía en esperar a ver cómo reaccionaba el contraataque francés.
Me da la impresión de que esa tarde los franceses no estuvieron del todo finos, ya que la llegada de las temidas tropas de Dessaix quedó bastante diluída. Las posiciones francesas estaban bastante desorganizadas y era difícil establecer un buen contraataque. No se coordinaron correctamente, creo yo. Pienso que el fallo fue el dejarnos avanzar tranquilamente, ya que nos dejaron obtener terreno, que era precisamente lo que necesitábamos para desplegar nuestro principal potencial, que era la artillería, con la cual bombardeamos sin piedad sus posiciones, mientras avanzávamos con la infantería, desalojando los focos de resistencia aislados. ¡¡Bueno, esta vez me tocó ganar a mí y me alegro de verdad!!.
Finalmente, y para gran desconsuelo de Juan, Napoleón se rindió ante la imposibilidad de remontar la batalla y tiró la toalla. Habíamos cambiado el rumbo de la batalla de Marengo. Austria había vencido. Controlábamos el campo, Marengo y los pueblos de los alrededores. Lo más interesante fue que, en conjunto, apenas habíamos sufrido bajas. Vicente y yo nos sonreimos muy contentos, ya que hacía ya un tiempo que no probábamos las mieles de la victoria...
Fue una interesante batalla, en la que he podido comprobar como cada vez más, y batalla tras batalla, voy aprendiendo más táctica. Cada vez veo más claras las cosas, qué hacer en cada momento, y eso personalmente me satisface mucho.
Además, para la batalla inaugural se contó con mis figuras de austríacos, que he ido pintando a toda prisa estas semanas para que apareciesen en ella y que habreis visto en anteriores entradas, con lo que la satisfacción fue doble.
Como nota anecdótica, he de decir que sucedieron cosas como las que se podrían dar en una verdadera batalla. Mea culpa. Declaré un disparo de batería sobre una unidad de caballería que se aproximaba a nuestras posiciones, pensando que se trataba del enemigo. Sin embargo, al disparar me di cuenta que era una unidad de Javi, y que el enemigo le venía a él por detrás. ¡Vaya pifia!. Menos mal que el disparo era a larga distancia y afortunadamente se salvó. ¡Ufff!. Casi tenemos un caso de fuego amigo, jejeje...
Bueno, pasamos una buena tarde (unos más que otros) en muy buena compañia, con los amigos, plomo, papas fritas, kikos y algún cubatilla que otro. La próxima, Guerra de los Treinta Años, auspiciada por nuestro amigo Frank (aún recuerdo la magistral orquestación de Pavía).
Una vez en el otro lado del Bormida la división de Zack, comencé yo a cruzar la mia, a cargo de Melas, el comandante en jefe, con cuatro regimientos de infantería de línea, tres de granaderos alemanes además de un considerable número de baterías, aunque de calibre reducido. Mi caballería pronto sufrió las imposiciones del árbitro, quien me obligó a desplazar estas unidades montadas a buscar un hipotético contingente francés que venía por nuestra derecha. En la realidad fué así. La caballería de Melas se desplazó del campo de batalla para atajar un posible ataque de flanco francés que nunca se produjo. ¿Error de los exploradores? ¿Un bulo o maniobra de espías?. Vaya usted a saber. Lo cierto es que de golpe y porrazo me desapareció toda mi caballería sin dejar rastro. En fin, qué le vamos a hacer. Avanzaremos sólo con la infantería, pensé. Si el árbitro lo decide así, por algo será, ¡vaya!.
Mi objetivo iba a ser principalmente controlar el centro en la medida de lo posible, en función de la resistencia que encontrara. Las tropas con las que contaba para ello eran más que suficientes en mi opinión: una primera linea de choque de infantería de línea de moral C (media), para provocar bajas y ablandar de algún modo a lo que suponía que me encontraría delante; junto a ella, baterías ligeras, que avanzarían junto a esta para ir disparando en cuanto estuviesen a rango favorable. Por último, contaba con los granaderos, tipos duros (moral B) con los que pretendía rematar el trabajo de los infantes. ¡Qué sorpresa me llevaría después!.
En fin, con este planteamiento crucé el Bormida sin ningún tipo de problema, avanzando tranquilamente por la carretera hacia Marengo sin resistencia alguna por parte de los franceses.
Por último, comenzó a avanzar Vicente con la división de Ott, una unidad mixta de infantería y caballería, con el objetivo de cubrir el flanco izquierdo y tratar de avanzar lo más posible por este lado, para presionar luego después si fuese necesario hacia el centro. Tampoco encontró gran resistencia a su avance, la verdad.
Nuestro principal problema iba a ser el evitar el embotellamiento tras el cruce del río. ¡¡Mucha tropa para tan poco espacio disponible!!. Sin embargo, nos sorprendimos un tanto al ver que las unidades francesas, lejos de realizar ataques de contención, abandonaban sus posiciones, dejándonos prácticamente campo libre para el avance. La verdad es que esperaba encontrar más ataques destinados a frenarnos antes del puente frente a Marengo. Quizá eso nos hubiera desorganizado un poco, lo suficiente como para obligarnos a frenar y dar tiempo a las tropas de Dessaix. Ante nuestro ojos, la resistencia de la división de Victor, comandada por mi amigo Jose, se esfumaba.
Ello nos permitió dos cosas a mi modo de ver. Primera, permitió la toma de Marengo apenas sin pérdidas, lo cual ya nos otorgaba un tanto de victoria. Y segunda, nos dió tiempo perfectamente a cruzar el Fontenone por otros lugares sin excesiva pérdida de tiempo y tras ello, organizarnos en líneas de defensa. Concretamente en mi caso, establecí una perfecta línea en torno a un pueblo a la izquierda de Marengo, donde posicioné uno de los regimientos de granaderos y una batería, sobre la carretera y con Marengo a mi derecha, ocupado por las tropas de Manolo. Allí pretendíamos afrontar la segunda parte de la batalla, que hasta el momento nos había salido bordada, y que consistía en esperar a ver cómo reaccionaba el contraataque francés.
Me da la impresión de que esa tarde los franceses no estuvieron del todo finos, ya que la llegada de las temidas tropas de Dessaix quedó bastante diluída. Las posiciones francesas estaban bastante desorganizadas y era difícil establecer un buen contraataque. No se coordinaron correctamente, creo yo. Pienso que el fallo fue el dejarnos avanzar tranquilamente, ya que nos dejaron obtener terreno, que era precisamente lo que necesitábamos para desplegar nuestro principal potencial, que era la artillería, con la cual bombardeamos sin piedad sus posiciones, mientras avanzávamos con la infantería, desalojando los focos de resistencia aislados. ¡¡Bueno, esta vez me tocó ganar a mí y me alegro de verdad!!.
Finalmente, y para gran desconsuelo de Juan, Napoleón se rindió ante la imposibilidad de remontar la batalla y tiró la toalla. Habíamos cambiado el rumbo de la batalla de Marengo. Austria había vencido. Controlábamos el campo, Marengo y los pueblos de los alrededores. Lo más interesante fue que, en conjunto, apenas habíamos sufrido bajas. Vicente y yo nos sonreimos muy contentos, ya que hacía ya un tiempo que no probábamos las mieles de la victoria...
Fue una interesante batalla, en la que he podido comprobar como cada vez más, y batalla tras batalla, voy aprendiendo más táctica. Cada vez veo más claras las cosas, qué hacer en cada momento, y eso personalmente me satisface mucho.
Además, para la batalla inaugural se contó con mis figuras de austríacos, que he ido pintando a toda prisa estas semanas para que apareciesen en ella y que habreis visto en anteriores entradas, con lo que la satisfacción fue doble.
Como nota anecdótica, he de decir que sucedieron cosas como las que se podrían dar en una verdadera batalla. Mea culpa. Declaré un disparo de batería sobre una unidad de caballería que se aproximaba a nuestras posiciones, pensando que se trataba del enemigo. Sin embargo, al disparar me di cuenta que era una unidad de Javi, y que el enemigo le venía a él por detrás. ¡Vaya pifia!. Menos mal que el disparo era a larga distancia y afortunadamente se salvó. ¡Ufff!. Casi tenemos un caso de fuego amigo, jejeje...
Bueno, pasamos una buena tarde (unos más que otros) en muy buena compañia, con los amigos, plomo, papas fritas, kikos y algún cubatilla que otro. La próxima, Guerra de los Treinta Años, auspiciada por nuestro amigo Frank (aún recuerdo la magistral orquestación de Pavía).
Comentarios
Bueno, estaba esperando esta entrada como agua de mayo porque ya he terminado el archivo con las reglas de escenario de la batalla.
Un saludo para Melas ;-)