Comenzamos el avance contra las posiciones francesas y catalanas. Desde lo alto del castillo comenzó el bombardeo que, afortunadamente no causó excesivos daños en nuestros Tercios. La ascensión de las tropas por las faldas de la montaña comenzó a resultar penosa y difícil, pero continuó imparable.
Mientras tanto, comencé con el asalto al primero de los fortines, defendido a tiro de mosquete por tropas francesas. El avance continuó contra el segundo fortín. Como una apisonadora, mis soldados descargaron sus balas sobre los franceses y tomaron el segundo fortín al asalto, desalojando a los franceses de la posición.
Las descargas arreciaban por ambos bandos batiéndose con valentía desde las lomas del Montjuic. Las desmoralizadas tropas francesas de mi flanco comenzaron la retirada y fuga de sus posiciones, lo cual me animó sobremanera, viendo posible la victoria sobre nuestros adversarios.
Sin embargo, el combate del flanco derecho resultaba cada vez más incierto. El empeño de las tropas castellanas se veía frenado por la tenacidad de los defensores y la adversidad del terreno, sin que se viera un claro desenlace por ninguno de los dos bandos.
La lucha en mi flanco se vió estancada, ya que el fortín primero no cayó y las tropas francesas se reagrupaban para volver a presentar batalla.
El cansancio comenzaba a hacer mella en ambos bandos y todos éramos conscientes que la victoria o la derrota dependía de muy poco.
Finalmente, una acción que pretendía quebrar la resistencia de los defensores del Montjuic y dar el paso final hacia la victoria acabó fracasando, con lo que no pudimos continuar la batalla. Así, dejamos el campo de batalla en buen orden, sabiendo que nos habíamos dejado la piel en el empeño que no pudo ser.
La historia continuó con su curso.
Ha sido una de las mejores batallas que he librado hasta la fecha, y llegados al punto alcanzado, la verdad es que daba igual quién ganara, ya que ambos bandos luchamos muy bravamente. Lo celebramos con la camaradería que hacemos gala en el club.
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