"Los Dioses nos sonrieron esta vez. La balanza de la batalla se inclinó esta vez por Asdrúbal. En nuestro camino hacia los Pirineos, a la altura del oppidum de Hibera en territorio ilercavón, los romanos quisieron cortarnos el paso. Como una muralla se interpusieron frente a nosotros, dispuestos a no dejarnos pasar, confiando en que su firmeza y adiestramiento acabaría con nuestro ejército, de diverso origen y calidades.
Desplegaron en la disposición clásica romana, con los hastati delante, tras la primera línea de infantería ligera; tras los hastati, los principes, con sus cotas de malla y cascos empenachados, el orgullo de Roma. Junto a ellos, sus aliados latinos, en nada inferiores a los mismos romanos, ni en valor ni en equipamiento. Las alas estaban cubiertas por la caballería, tanto latina como romana, junto a un contingente de caballería nativa ibérica, aliada de los romanos. También contaban con unos 3.000 infantes ibéricos, un pequeño contingente que se puso al servicio de los romanos.
Desplegaron en la disposición clásica romana, con los hastati delante, tras la primera línea de infantería ligera; tras los hastati, los principes, con sus cotas de malla y cascos empenachados, el orgullo de Roma. Junto a ellos, sus aliados latinos, en nada inferiores a los mismos romanos, ni en valor ni en equipamiento. Las alas estaban cubiertas por la caballería, tanto latina como romana, junto a un contingente de caballería nativa ibérica, aliada de los romanos. También contaban con unos 3.000 infantes ibéricos, un pequeño contingente que se puso al servicio de los romanos.
Asdrúbal dispuso sus tropas del siguiente modo: las alas estaban flanqueadas por la caballería, los ligeros numidas a la derecha, junto a una decena de elefantes, y la caballería pesada púnica y la más ligera ibérica, con sus jabalinas y falcatas. Junto a las alas de caballería y hacia el interior dispuso a los mercenarios libios a la izquierda y a los lanceros cartagineses, la flor y la nata de la ciudad de Kart-Hadtha. En el centro dispuso Asdrúbal a los duros iberos, queriendo emplear la táctica cartaginesa de envolvimiento de las alas.
A la falta de iniciativa de los Escipiones siguió el avance progresivo de las caballerías cartaginesas. La progresión de los numidas a nuestra derecha los fue acercando más y más a los jinetes romanos, contra quienes comenzaron a descargar sus proyectiles, sembrando la confusión entre jinetes y caballos. A ellos se sumaron los elefantes, quienes poco a poco llegaron al combate, cargando aquí, disparando allá, dispersándose, cuando no eran eliminadas las unidades romanas, pese a unos primeros éxitos contra los numidas.
Al nuestro flanco izquierdo el choque de las caballerías no tardó en llegar. Sin embargo, una rápida acción de Cneo Cornelio Escipión, quien desplazó a los triarii hacia la posible brecha consiguió estabilizar la situación, consiguiendo incluso eliminar a los elefantes.
A la falta de iniciativa de los Escipiones siguió el avance progresivo de las caballerías cartaginesas. La progresión de los numidas a nuestra derecha los fue acercando más y más a los jinetes romanos, contra quienes comenzaron a descargar sus proyectiles, sembrando la confusión entre jinetes y caballos. A ellos se sumaron los elefantes, quienes poco a poco llegaron al combate, cargando aquí, disparando allá, dispersándose, cuando no eran eliminadas las unidades romanas, pese a unos primeros éxitos contra los numidas.
Al nuestro flanco izquierdo el choque de las caballerías no tardó en llegar. Sin embargo, una rápida acción de Cneo Cornelio Escipión, quien desplazó a los triarii hacia la posible brecha consiguió estabilizar la situación, consiguiendo incluso eliminar a los elefantes.
Sin embargo, la sola acción de la caballería no conseguiría otorgarnos la victoria. Cuando fui consciente de la situación en las alas, galopé hacia Asdrúbal, quien observaba desde el centro para comunicarle que sería el momento adecuado para avanzar con la infantería y presionar a los romanos, quienes comenzaban a dar muestras de inquietud al ver una de sus alas completamente desecha.
Los cuerpos de lanceros libios y cartagineses avanzaron al unísono, mientras los iberos iban a la zaga, con la intención de servir como anzuelo para los romanos. Asdrúbal no quería comprometer el centro , sino que su intención era embolsar a los romanos atacándoles por los flancos.
La lucha fue reñida, muy disputada, ya que mientras que el flanco derecho cartaginés golpeaba con dureza a los romanos, abriendo brecha poco a poco, el flanco izquierdo se veía impotente al intentar derrotar la barrera de triarii que Cneo Cornelio Escipión había dispuesto. Demasiado duros los veteranos romanos para los mercenarios libios, quienes una y otra vez pugnaban por infringir una derrota que hiciera desmoronarse a los romanos.
Finalmente, el cerco se cerró para los romanos, que vieron impotentes como los cartagineses hacían desmoronarse al flanco izquierdo, poniendo en serio peligro el campamento en el cual se refugió Publio Cornelio Escipión. La última resistencia tuvo lugar en las empalizadas del mismo campamento, hostigado por los cartagineses, quienes finalmente se hicieron con él.
Tras el saqueo del mismo, y en posesión de tan ilustres prisioneros, continuaremos el camino hacia Italia.
Cuán diferente habría sido todo de haber sido derrotados en la batala de Hibera..."
Filocles de Kart-Hadtha
Comentarios
Querido tío. Atrás ha quedado la negra jornada de Hibera. Ciertamente nos confiamos y pensamos que por fin ibamos a tomar una cierta revancha por las pasadas ofensas cartaginenses. Desgraciadamente los hados no lo quisieron así. Aunque el ejército cartaginés era más numeroso, creíamos que nuestro adiestramiento sería suficiente. Sin emabrgo la caballería númida y los elefantes destrozaron uno de nuestros flancos, lo que permitió que las legiones allí desplegadas comenzaran a sufrir un castigo interminable. Ante eso, nuestro general decidió lanzar un ataque sobre el falnco contrario confiando en destruir al ejército cartaginés. Nuestros pila y gladios se fueron abriendo camino. Pero la tercera legión fue completamente rodeada y aniquilada. Cuando nuestros compañeros vieron caer el campamento y a nuestro general, nos dimos cuenta de que todo estaba perdido.
Lo único que nos quedaba era retirarnos en le mejor orden posible y pensar que deberíamos sobrevivir para luchar otro día. Afortunadamente, aun disponíamos de caballería y habíamos sometido a un duro castigo a los iberos y a los mercenarios de Cartago. Otra cosa que ayudó es que la caballería númida y gran parte de los iberos se dedicaron a saquear el campamento. Eso nos permitió abandonar el campo en orden y salvar casi dos legiones completas. Habíamos sido derrotados, pero no vencidos. ¡Roma volverá a levantarse!
Ave