La batalla que representamos este fin de semana fue Arsuf, que enfrentó a Ricardo Corazón de León a Salah al-Din Saladino en 1191. El enfrentamiento real se saldó con la victoria de las fuerzas cruzadas, pese a la impetuosidad de sus tropas montadas, que en más de una ocasión puso en apuros al rey cruzado.
Sin embargo, en la recreación que llevamos a cabo de la misma batalla, el resultado fue diferente. Los cristianos salimos bastante malparados, precisamente por la misma impetuosidad de la caballería, entre otros factores. En fin, la batalla se desarrolló más o menos así.
Nuestro planteamiento inicial era el de esperar a ver desde donde se producía en principal ataque musulmán, con intención de desviar tropas hacia donde este viniera y contraatacar, confiando en la fuerza de nuestros caballeros pesados, realmente tropas fiables, si no fuese por la dichosa impetuosidad. En definitiva, esperábamos aguantar lo suficiente para que se pusiera en funcionamiento la reserva con Ricardo (quien entraba en el 6 turno) y poder llevar a cabo un ataque fuerte donde se necesitara, bien hacia la izquierda o la derecha. No estábamos en disposición de avanzar demasiado, ya que se puso como regla de escenario que cualquier tropa enemiga que tuviera contacto con el tren de bagaje hacía que la victoria fuera inmediatamente a manos sarracenas. Teníamos que proteger todo lo posible las vituallas y se trataba de un frente amplio a mi entender.
La primera iniciativa correspondió a Ricardo, lo cual nos permitió organizar a las tropas de infantería, con el fin de dejar hueco a la caballería, por si la impetuosidad las llevaba a atravesar nuestras líneas.
Pero pronto comenzaron los problemas.
La marea de hostigadores sarracenos se situó préstamente a distancia de disparo de nuestras tropas ligeras quienes salieron perdiendo en el intercambio de disparos, pese a conseguir impactar en los enemigos mediante nuestros arqueros y ballesteros, que veían lo que se les venía encima. Abrumados por las flechas de infantes y jinetes, en el tercer turno ya habíamos alcanzado en ambos flancos el cupo de bajas que se había establecido como tope para que la caballería comenzara a hacer tiradas para comprobar si su impetuosidad entraba en acción. Comenzamos a hacer tiradas desde nuestro flanco derecho, la Orden del Temple, quienes enfurecidos por la desfachatez musulmana comenzaron a salir al galope, sin orden alguno contra las tropas ligeras, comenzando con una serie de descontroladas cargas que no hacían más que presagiar un desenlace poco favorable si no eran reorganizadas esas tropas en los subsiguientes turnos.
Mientras tanto, en el flanco izquierdo, que ocupaba yo con los Hospitalarios, igualmente comencé a llevar a cabo los test de impetuosidad, que superé sin problemas, lo cual me permitió ir preparando las tropas de infantería tras las caballerías, con el fin de que en caso de que la impetuosidad de los jinetes los llevara al combate directo sin orden, al menos la infantería quedara en retaguardia, protegiendo el tren de bagajes. El ataque musulmán se iba a producir por este flanco, ya que pronto se vió que la concentración de tropas se producía ahí.
De este modo continuaron sucediendose turnos, con la caballería del flanco derecho sin poder ser controlada, arrojada a bravos combates que poco a poco la iba adentrando en la boca del lobo, al concentrarse alrededor de las unidades templarias toda una serie de hostigadores a caballo que pronto harían mella en los temerarios caballeros cristianos, y la del lado izquierdo hospitalario, ya afectada por la impetuosidad, también arrojada a combatir sin orden ni concierto.
Un duro golpe fue la pérdida del Gran Maestre de la Orden del Hospital, que desmoralizó completamente al flanco izquierdo poniendo en un serio aprieto a las tropas implicadas y, por ende, a mí, que pese a los iniciales éxitos, vi la suerte esfumarse como humo. Mierda!.
A partir del turno sexto, la retaguardia de Ricardo comenzaba a activarse,
y se enfrentó a una dura tesitura: dirigir sus tropas hacia el flanco derecho, muy castigado, o bien encaminarse hacia la izquierda, desde donde provenía el principal ataque y la desmoralización cundía entre las tropas. Quizá la excesiva responsabilidad enturbió el ánimo de nuestro amigo, que se dirigió hacia el lado equivocado.
La batalla se recrudeció enormemente, con grandes pérdidas por ambos bandos, llegando los musulmanes a perder dos generales también.
El desenlace tuvo lugar de la manera más inesperada. Una unidad de honderos consiguió atravesar nuestras muy castigadas líneas del flanco derecho y, ante el asombro de todos, consiguió alcanzar el bagaje, lo cual dió la victoria, merecida por otro lado, a nuestros compañeros.
Buena lucha por ambos bandos, creo yo.
Hasta la próxima.
Nuestro planteamiento inicial era el de esperar a ver desde donde se producía en principal ataque musulmán, con intención de desviar tropas hacia donde este viniera y contraatacar, confiando en la fuerza de nuestros caballeros pesados, realmente tropas fiables, si no fuese por la dichosa impetuosidad. En definitiva, esperábamos aguantar lo suficiente para que se pusiera en funcionamiento la reserva con Ricardo (quien entraba en el 6 turno) y poder llevar a cabo un ataque fuerte donde se necesitara, bien hacia la izquierda o la derecha. No estábamos en disposición de avanzar demasiado, ya que se puso como regla de escenario que cualquier tropa enemiga que tuviera contacto con el tren de bagaje hacía que la victoria fuera inmediatamente a manos sarracenas. Teníamos que proteger todo lo posible las vituallas y se trataba de un frente amplio a mi entender.
La primera iniciativa correspondió a Ricardo, lo cual nos permitió organizar a las tropas de infantería, con el fin de dejar hueco a la caballería, por si la impetuosidad las llevaba a atravesar nuestras líneas.
Pero pronto comenzaron los problemas.
La marea de hostigadores sarracenos se situó préstamente a distancia de disparo de nuestras tropas ligeras quienes salieron perdiendo en el intercambio de disparos, pese a conseguir impactar en los enemigos mediante nuestros arqueros y ballesteros, que veían lo que se les venía encima. Abrumados por las flechas de infantes y jinetes, en el tercer turno ya habíamos alcanzado en ambos flancos el cupo de bajas que se había establecido como tope para que la caballería comenzara a hacer tiradas para comprobar si su impetuosidad entraba en acción. Comenzamos a hacer tiradas desde nuestro flanco derecho, la Orden del Temple, quienes enfurecidos por la desfachatez musulmana comenzaron a salir al galope, sin orden alguno contra las tropas ligeras, comenzando con una serie de descontroladas cargas que no hacían más que presagiar un desenlace poco favorable si no eran reorganizadas esas tropas en los subsiguientes turnos.
Mientras tanto, en el flanco izquierdo, que ocupaba yo con los Hospitalarios, igualmente comencé a llevar a cabo los test de impetuosidad, que superé sin problemas, lo cual me permitió ir preparando las tropas de infantería tras las caballerías, con el fin de que en caso de que la impetuosidad de los jinetes los llevara al combate directo sin orden, al menos la infantería quedara en retaguardia, protegiendo el tren de bagajes. El ataque musulmán se iba a producir por este flanco, ya que pronto se vió que la concentración de tropas se producía ahí.
De este modo continuaron sucediendose turnos, con la caballería del flanco derecho sin poder ser controlada, arrojada a bravos combates que poco a poco la iba adentrando en la boca del lobo, al concentrarse alrededor de las unidades templarias toda una serie de hostigadores a caballo que pronto harían mella en los temerarios caballeros cristianos, y la del lado izquierdo hospitalario, ya afectada por la impetuosidad, también arrojada a combatir sin orden ni concierto.
Un duro golpe fue la pérdida del Gran Maestre de la Orden del Hospital, que desmoralizó completamente al flanco izquierdo poniendo en un serio aprieto a las tropas implicadas y, por ende, a mí, que pese a los iniciales éxitos, vi la suerte esfumarse como humo. Mierda!.
A partir del turno sexto, la retaguardia de Ricardo comenzaba a activarse,
y se enfrentó a una dura tesitura: dirigir sus tropas hacia el flanco derecho, muy castigado, o bien encaminarse hacia la izquierda, desde donde provenía el principal ataque y la desmoralización cundía entre las tropas. Quizá la excesiva responsabilidad enturbió el ánimo de nuestro amigo, que se dirigió hacia el lado equivocado.
La batalla se recrudeció enormemente, con grandes pérdidas por ambos bandos, llegando los musulmanes a perder dos generales también.
El desenlace tuvo lugar de la manera más inesperada. Una unidad de honderos consiguió atravesar nuestras muy castigadas líneas del flanco derecho y, ante el asombro de todos, consiguió alcanzar el bagaje, lo cual dió la victoria, merecida por otro lado, a nuestros compañeros.
Buena lucha por ambos bandos, creo yo.
Hasta la próxima.
Comentarios
Lo que me da rabia es la mala suerte de las narices. Perder el general en el peor momento y de la peor manera posible ¡Qué asco!.
Tantos buenos dados y precisamente cuando me hacía falta una buena tirada, me sale 1. Ver para creer.
Que Dios ayuda a los malos cuando son más que los cristianos
Viejo dicho castellano
Ojo, que Manolo no se de por aludido, porque en mi opinión el árbitro lo hizo bien.